Por qué los Ceos sólo piensan en el corto plazo
Artículo de ‘Expansión’ escrito el 26 de febrero de 2020
Castillo cercano a Invemess (Escocia), invierno de 2019. Un grupo de empleados de una selecta casa de whisky local confraternizan en una cena de empresa. Dos de ellos, con cargas de responsabilidad, hablan del ausente CEO de la compañía, que llegó hace pocos ellos procedente de otro sector. Uno plantea que quizá un problema de la empresa es que su máximo dirigente está demasiado pendiente de cumplir con las cuentas del año y de su propia agenda. Su interlocutor matiza: «No es que esté demasiado pendiente de eso, es que únicamente está pendiente de eso»
Conversaciones similares se producen a diario en las cafeterías, comedores, despachos y cubículos de cientos de empresas de todo el mundo. Sin embargo, abundan los artículos, conferencias, debates y libros sobre las calamidades que supone una estrategia cortoplacista por parte de la cúpula directiva. Es un elefante en la habitación del que casi siempre se habla de puertas afuera. Por ejemplo: en 2016, Larry Fink, CEO de BlackRock, el mayor fondo de inversión del mundo, difundió una carta en la que llamaba a los líderes de las grandes corporaciones a no dejarse cegar por las resultados inmediatos y poner más énfasis en producir beneficios sostenibles en el tiempo. «A largo plazo, los temas ambientales, sociales y de buen gobierno, aspectos que van desde el cambio climático a la diversidad del consejo, tienen impactos reales y cuantificables financieramente» decía Fink. En esta linea, el pasado mes de septiembre la Business Roundtable (organización que agrupa a las mayores 200 empresas estadounidenses) llamaba redefinir la «misión de las compañías» y tener en cuenta responsabilidades sociales más amplias.
Parece que estos principios están siendo avalados por la academia: un reciente estudio elaborado por tres prestigiosas escuelas de negocio (HEC Paris, MIT Sloan y Toulouse School of Economics) asegura que los accionistas valoran las dimensiones éticas de las empresas en las que invierten’, revalorizando los títulos de aquellas compañías que destinan parte de sus beneficios a obras de caridad o apuestan por políticas de diversidad sexual y racial. Una idea que choca con el famoso aforismo de Milton Friedman: «La responsabilidad social de las empresas es aumentar sus beneficios».
No obstante, a veces el cortoplacismo no tiene tanto que ver con la faceta ética de la empresa como con la pura responsabilidad personal del directivo. «Es una tarea exclusiva e indelegable del CEO pensar en el medio y largo plazo», asegura Antonio Núñez, socio sénior de la firma de cazatalentos Parangon Partners. «Es cierto que los cambios tecnológicos hacen muy impredecible el futuro de muchos modelos de negocio, y ya no existen, como en otras épocas, los planes a ocho o diez años, pero es importante contar con un líder equilibrado, que sepa velar por los intereses más cercanos de los accionistas y al mismo tiempo por la viabilidad a largo plazo de la empresa», añade.
Un ejemplo extremo de lo primero sería el ejecutivo asfixiado por cumplir con las objetivos del trimestre y pendiente en todo momento de la retribución de los accionistas y los vaivenes del mercado; respecto a lo segundo, destaca el caso de Jeff Bezos, CEO de Amazon, quien sólo se ocupa de operaciones previstas para dos o tres años, como mínimo.
Sin ataduras
Otra situación habitual es la del directivo que enfila el último tramo de su carrera. Una tentación es caer en la negligencia, desentenderse de cualquier plan que exceda su permanencia en el cargo (es decir, aplicar aquello de «el que venga detrás, que arree»). No obstante, Núñez asegura que lo más frecuente es justo lo contrario: «Yo suelo encontrarme con muchos consejeros delegados que ya tienen más que resuelta su situación económica y que precisamente lo que buscan es dejar un buen legado; esto sucede, sobre todo, en las empresas familiares».
Lo que subyace en este asunto es una determinada concepción de la empresa. Bob Chapman, presidente de Barry-Wehmiller, compañía estadounidense de soluciones tecnológicas y gurú del liderazgo, afirma en su último libro, Todo el mundo es importante (Ediciones Obelisco, 2019), lo siguiente: «Son muchos los que consideran que el objetivo de una empresa es aumentar los beneficios o, en el caso de las cotizadas, incrementar el valor de las acciones. Ésta es una idea demasiado simplista que, tomada á pie de la letra, puede provocar grandes perjuicios a las personas y menoscabar la capacidad de una empresa de generar a largo plazo y de forma sostenible cualquier tipo de valor, incluido el financiero. Los líderes de las empresas realmente valiosas no consideran que ése sea el propósito primordial. El propósito de toda empresa suele ser algo mucho más profundo y trascendente, algo parecido a ejercer un impacto positivo en el mundo y en la vida de las personas».