• antonio-nunez-parto-o-colico

¿Parto o cólico?

 3 diciembre, 2014
Escrito por Antonio Núñez

Hablaba hace unos días con una buena amiga, Ana, madre de cuatro hijos, que ha sufrido a lo largo de los últimos años un par de cólicos… Me comentaba que para ella es frecuente escuchar la pregunta: «¿Y qué duele más, un parto o un cólico?»… La respuesta es que el cólico es más doloroso, pero no solo porque el dolor puntual sea mayor o menor, que no es capaz de discernir: «Un parto sabes cómo viene, conoces las causas, tienes tiempo de prepararlo, aproximadamente sabes lo que dura la intervención y, con muchas probabilidades, el final será feliz… El cólico, en cambio, llega sin avisar, cuando lo sufres no sabes lo que dura, y tampoco entiendes muy bien por qué se va el cálculo, ni si se puede repetir en unos días…».

Evidentemente, y aunque algunos todavía dudan cómo llamarlo, si ayuda o rescate, no estamos viviendo en todo caso un parto, desgraciadamente, sino un cólico agudo. Y estamos en mitad de la crisis, en medio del proceso, un lugar donde no entendemos casi nada, donde es fácil confundir causas con efectos, si bien lo peor es que la incertidumbre hace que nos sintamos peor: se mezcla el dolor corporal con el dolor mental, generado por una ansiedad que, seamos honestos, pocos son capaces de gestionar adecuadamente. ¿Y qué pasará cuando baje la fiebre? Pues nada, que seguiremos con nuestra vida habitual, poco o nada habremos aprendido.

La crisis tiene su origen irrefutable en un error de cálculo, precisamente, ante la llegada casi ilimitada de capital exterior a tipos de interés negativos, que encontró una España encaramada en una pose de nueva rica y en la que se tomaron decisiones concretas por parte de personas concretas. Sí es notorio que, solo observando, se comprueba que la característica común de estas decisiones coincide en una ausencia de valores, falta de principios, carencia de miras, olvido de la independencia y desprecio de la ética, acompañadas de una ambición ilimitada. «Nos hacen falta más filósofos en las empresas y en puestos de responsabilidad», decía Antonio Garrigues hace unos días.

Algunos ven fantasmas en la prensa extranjera y una confabulación judeomasónica contra España. Que si a los británicos les interesa que el euro caiga y España es solo el comienzo… Que si los americanos quieren tumbarnos porque es bueno para el dólar… Que en realidad son los chinos los que nos conquistan… En fin, quizás algo de esto puede haber, pero tendremos que reconocer que nos lo hemos ganado a pulso; la verdad, cuando hablo con la prensa extranjera, veo bastante sentido común y prudencia; de hecho, creo que algunos escriben poco para lo que se podría contar… Conseguir que los focos nos enfoquen durante tanto tiempo no es fácil. Hay que esforzarse, de verdad, cuesta mucho…

El tratamiento, desde mi punto de vista, podría ser sencillo: bastaría con reconocer con dosis de sincera humildad -que, por cierto, brilla hoy por su ausencia en nuestro país- que, en realidad, es la misma ambición, es la misma falta de ética y de valores que han estado aquí campando por sus respetos, con la que ahora otros están pagándonos, siendo nosotros los que sufrimos el cólico en nuestras carnes. Nos vemos reflejados, sin querer reconocer que es nuestra imagen la que vemos en el espejo. En definitiva, están especulando con nosotros, como aquí se hizo hace menos de una década con otros, y ahora nos duele. Eso es todo.

Sí es verdad que hay quizás dos grandes diferencias, que se explican poco, en relación con la banca anglosajona, aunque, insisto, el hecho de que no sepamos comunicar no quiere decir que no hagamos cosas mal, son temas distintos. Decía que en la banca anglosajona el nivel de provisiones es menor en relación con el de la banca española, por lo que a veces cuesta entender a quién queremos convencer incrementando de esta forma las mismas, cuando el que las juzga no las valora. En segundo lugar, creo que es erróneo -y caemos a menudo en esta trampa -llamar a los activos inmobiliarios activos tóxicos, en comparación con los activos tóxicos anglosajones. Para ser claros, ambos son complicados de gestionar, pero unos son reales, hay ladrillos o suelo detrás, y en otros solo hay papel, un derivado, un conduit o un contrato que no tiene ninguna posibilidad de hacerse efectivo. No es lo mismo, no.

En todo caso, a veces los españoles nos empeñamos en ser quijotes de nuestra propia historia, de nuestro presente y de nuestro futuro, cuando la realidad, incontestable, es que las cosas suelen ser más sencillas de lo que aparentan. Solo hay que observar con detenimiento e interés. Dice Tom Burns que los problemas de imagen de un país suelen ir ligados a sus problemas de autoestima, que a los anglosajones les importa un pimiento lo que digan de ellos, pero que se regocijan y disfrutan del impacto que sus críticas tienen en España. Defienden, con criterio, que un país con una buena imagen de sí mismo, en principio, no debería tener nada que esconder y que hace falta mayor cultura de transparencia. Siendo esto así, la transparencia sin estructurar sirve de poco o nada. Y de esto, en España, nos faltan varias lecciones: tenemos que abrirnos más, publicar más en inglés, escuchar más a los inversores y responderles honestamente y de forma inequívoca… y con humildad.

Los activos españoles, de cualquier tipo, seguirán a la baja hasta que el mercado decida que tienen que dejar de hacerlo. Es un error cuestionar continuamente si las valoraciones son correctas o no, si hay que repetir una enésima vez los stress test, entre otras cosas porque son preguntas trampa, que puede reiterarse después de cada ejercicio de valoración. La historia demuestra que en cuanto los pastos terminen de secarse, los inversores volverán -de hecho, la verdad, es que no se han llegado a ir- invertirán en España y volveremos a ser el país del milagro, saldremos en todas las portadas, nos elogiarán, nos darán de nuevo el agua, otra vez los pastos verdes, subirán los precios de los activos, y volveremos a empezar. Y así, de cólico en cólico, porque no entendemos nada.

Quizás el día en el que nos planteemos que un parto es algo mucho más natural, sensato y edificante para la sociedad, quizás ese día, en este país habremos madurado. Y ese parto, desde mi punto de vista, pasa por una nueva forma de entender la responsabilidad individual y colectiva. Mientras tanto, dejemos de protestar, de quejarnos, de ver o dibujar fantasmas o molinos de viento, aunque existan, y pongámonos a trabajar, juntos, si no es mucho pedir. Solo depende de nosotros.

Noticia de: JUAN FERNÁNDEZ-ACEYTUNO para: cincodias.com