Ser o no ser emocionalmente inteligentes

 10 enero, 2023
Escrito por Antonio Núñez

Artículo de ‘Capital Humano’ escrito en diciembre de 2022.

Zeus, después de modelar a los hombres, encargó a Hermes que les distribuyera la inteligencia. Hermes partió la inteligencia en partes iguales para todos y vertió a cada uno la suya. Sucedió con esto que los hombres de poca estatura, llenos por su porción, fueron hombres sesudos, mientras que a los hombres de gran talla, debido a que la porción no llegaba a todas las partes de su cuerpo, les correspondió menos inteligencia que a los otros.

No es la apariencia de grandeza lo que confiere grandeza; es lo que está por dentro y no se aparenta lo que nos hace ser lo que realmente somos.

Desde que a finales del siglo XX surgiera el proceso de globalización, las organizaciones buscan líderes con múltiples conocimientos y con una amplia gama de cualidades y competencias directivas, que sean capaces de conducir equipos altamente cualificados. ¿Cómo definir a este líder? Depende de cómo influya e inspire así lo valorarán. Sin dotes de inteligencia, firmeza, determinación o capacidad de visión…el resto de cualidades quedarán soterradas bajo pensamientos limitantes. Es entonces cuando el líder coyuntural queda sepultado bajo el jefe estructural.

Normalmente se olvidan esas otras cualidades esenciales, más personales, que conforman al ser humano. Aunque las destrezas estratégicas, técnicas y analíticas son requisito mínimo para el éxito, los estudios indican que el líder no es aquel que se hace servir por sus seguidores, sino el que es un servidor, que ayuda a los demás a saber quiénes son, cuál es su misión en la vida y los conduce y acompaña en ese camino. Lo que hace a un líder no es el cargo o los galones, sino una serie de atributos, actitudes y hábitos que le une al resto de personas en la organización. Esa inteligencia emocional que le hace percibir los conflictos y los puntos vulnerables más hábil, más fácil y más rápidamente que los demás. En definitiva, esa que distingue a los sobresalientes de los meramente adecuados.

INTELIGENCIA EMOCIONAL

Daniel Goleman fue el primero en presentar el término «inteligencia emocional» y aplicarlo a los negocios. El psicólogo llegó a la conclusión de que los líderes verdaderamente eficaces se distinguen por un alto grado de inteligencia emocional. Sin ella, una persona puede tener la mejor preparación del mundo, una mente incisiva y analítica y un surtido infinito de ideas brillantes, pero insuficientes para ser un buen líder.

Aunque parezcan estar poco relacionados con los negocios, los estudios han señalado como los principales componentes de la inteligencia emocional la autoconciencia, la autorregulación, la motivación, la empatía y las habilidades sociales.

  • 1. Autoconciencia, como habilidad que ayuda a comprender qué y por qué eres y haces; que te permite conectar con tu interior y alinear sentimientos y acciones, aptitudes y actitudes.
  • 2. Autorregulación de los impulsos y emociones, que hace que pensemos antes de actuar y, de este modo, generar más confianza entre los que nos rodean. De nada sirve reconocer nuestras emociones si no podemos controlarlas.
  • 3. Motivación, que facilita el cumplimiento de las metas y los retos establecidos. Lo primero es conocerse bien a uno mismo para poder controlar las emociones y encontrar la energía suficiente para seguir adelante.
  • 4. Empatía, habilidad que hace que un líder considere los sentimientos de los demás y sepa tratar a las personas como merecen. Es saber cómo decir las cosas y cómo actuar, teniendo en cuenta el punto de vista de cada uno de los miembros de la organización.
  • 5. Habilidades sociales, con las que poder manejar las relaciones con los demás y conducirlos por el buen camino e inducir en ellos las respuestas deseables.

Cada día se exige más un tipo de liderazgo basado en las relaciones humanas, internas y externas, que potencie las actividades directivas y que aproveche al máximo la energía que aportan todos y cada uno de los miembros de la organización, esos que, en definitiva, constituyen lo más importante de la actividad empresarial.

Es indispensable que el líder de hoy sea capaz de mantener interacción con el entorno, identificar las estrategias que en un momento condujeron al éxito en el pasado, romper con los efectos paradigmáticos y mantener un modelo mental abierto al cambio. Es necesario que sean más confiables, más positivos, más extrovertidos, más expresivos, más dramáticos, más cálidos, más sociables, más amistosos, más cooperativos, más colaborativos… En definitiva, que sean líderes inteligentes emocionalmente para no acabar siendo jefes empáticamente nocivos.

Porque como nos regalaba Susana Tamaro en su delicioso libro «Donde el corazón te lleve»: «Cada vez que, al crecer, tengas ganas de convertir las cosas equivocadas en cosas justas, recuerda que la primera revolución que hay que realizar es dentro de uno mismo, la primera y la más importante. Luchar por una idea sin tener una idea de uno mismo es una de las cosas más peligrosas que se pueden hacer».

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